6 de diciembre de 2010

Zapata, zapato... !descalzo!

“El pobre puede conseguir ropas buenas y hasta vestirse elegante pero en los zapatos siempre podrás notar la clase social de la que viene”, decía mi padre como develándome la fórmula para el éxito. Mi infancia escuchaba queriendo no entender, reconociendo en mi nombre la indignación de cientos de pies descalzos que hasta entonces no conocía… desconociendo a mi padre… y de apoco, articulando el sentido de mis manos.

Hoy me habitan retazos de todos los colores, mi clase social es indefinida por decisión propia, y soy y no soy cuando quiero, porque ni mi apellido ni mi apariencia me definen, vivo descalza para que solo noten mis pasos, incluso yo, para no descubrirme encasillada entre  prejuicios… los de papá.

Lo vi correr detrás de un amigo negro de mi hermana, enfurecido con ella y con el mundo por coincidir sin criterio de tonalidad ni elegancia, y sin embargo, dos días antes lo había escuchado hablar emotivamente de la inexistencia de las razas, “hay una sola raza”, decía, “la raza humana”… 

Si las palabras son el vinculo entre los humanos, tal vez yo decida no serlo, solo porque si, porque la garganta se me vuelve insípida cuando escucho caer los intentos, arrojados sin más proposito que el de caer, hacer ruido para que la gente se vuelva a ti y noten los zapatos nuevos.

El tiempo me ensenó a renegar de los discursos y las buenas intenciones, hoy se que quien está no necesita de grandes explicaciones, apariencia ni prestigio. Solo hace falta vida  para caminar, y andar descalzo para sonreir!...

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