MUJERES Y ARTE
Por Sozapato
El arte es
un espacio-profesión compleja de entender y de vivir por todas las
subjetividades que lo atraviesan. Históricamente ha sido la forma más intuitiva
de registrar los acontecimientos y cuestionamientos de los pueblos, tomando un
rol importantísimo en el pulso interno de las sociedades, pero al no generar un
beneficio "tangible", se ha instalado una tendencia (también histórica)
de cuestionar la importancia “real” del arte, haciendo que hoy en día, sea
quizá uno de los rubros (la cultura en general) más afectados en época de
crisis.
Pareciera
lógico decir que es más importante solventar las necesidades básicas como comer
o vestir, antes que tener una experiencia artística, pero ¿y si esa
experiencia artística permite que un individuo se reconecte, experimente o se cuestione
sobre un tema puntual, de tal manera que influye y modifica su
comportamiento, volviéndolo/a un ser humano más tolerante?... entonces ya la
necesidad de priorizar el acto de “comer” no suena tan inamovible. Cada
experiencia artística tiene el potencial de dar un vuelco a la conciencia y el accionar
de cualquier individuo.
El arte, por ser un
espacio de libertad que no teme ni menosprecia las emociones y que busca
generar preguntas y diálogos reflexivos, es una profesión con mucha más tolerancia
e inclusión que otras y sin embargo, aún existen abusos de poder que
evitan que se pueda vivir la equidad de género de manera plena.
Desde mi
punto de vista, gran parte de ese accionar, aun por pulir, se desprende de
prácticas inconscientes fomentadas por una estructura social y mercantil que se ha asumido erróneamente como "la única forma viable"; cuando damos
por sentado que destruir es parte de nuestro “derecho humano” de supervivencia,
es evidente (para mi) que ya hay un problema de fondo en la psiquis colectiva y
no sorprende que ese “egocentrismo humano” se multiplique luego en decisiones
cotidianas normalizadas; exploto a mis trabajadores porque “merezco” más
ganancias, contamino el medio ambiente y aniquilo ecosistemas porque “necesito” más
materia prima, excluyo a un tipo de personas porque “mi sentir es más
importante” que el sentir de los demás, agredo o mato al otro, la otra o lo
otro porque “tener la razón” lo justifica. Que soberbia (de todes) creer
que tenemos la razón en todo, que lo merecemos todo sin importar su costo.
La inequidad es un tema que no solo nos daña a las mujeres: cuando hay racismo hay inequidad, cuando se decide no escuchar a la minoría hay inequidad, cuando se discrimina a las personas por su religión, condición física o partido político hay inequidad, cuando se sanciona o se premia sin objetividad hay inequidad. A veces flameamos banderas ideológicas mientras nuestros actos contradicen el discurso que "defendemos" sin entender realmente la profundidad de los conceptos. El arte y la filosofía ayudan a identificar y cuestionar esas incoherencias; a cambiar paradigmas.
Es interesante analizar cómo se gesta nuestro proceso artístico y cómo, el solo hecho de decidir ser artistas en una sociedad sin ganas de detenerse ni ceder, ya nos increpa como humanas. ¿Qué papel queremos tomar como artistas, como hacedoras de preguntas?
Yo veo en
el arte una simbiosis, entre el/la artista y su producción artística; ambos crecen,
toman profundidad y se increpan conforme se reconocen. Al concebirlo así, para
mi es imposible desvincular el desequilibrio social (construido por y
para el hombre blanco heterosexual) con la producción artística femenina;
mujeres que para ser vistas deben, desde temprana edad, conquistar continua y permanentemente
espacios y derechos históricamente negados. Algo de esa invisibilidad, algo de
esa incertidumbre, algo de ese dolor o algo de esa “normalización” se filtrará, por
fuerza, en nuestra voz artística.
Si, como a
mí, les interesa el arte que genera preguntas y no el que “evangeliza”
respuestas masticadas, estarán de acuerdo conmigo en la importancia de indagar
en el origen de los conceptos y que, al hacerlo, nuestra propia esencia se
cuestiona: ¿Quién soy? ¿Cuáles son mis privilegios? ¿Por qué lucho? ¿Quién o qué
es mi “otro”? ¿en qué tono me pregunto y pregunto a los demás? ¿mi postura es
absolutista? ¿Cuánto de mi contradice lo que creo ser?
Las mujeres hemos sido vistas durante mucho tiempo como “lo otro” (lo no merecedor de privilegios), generaciones enteras han luchado incansablemente para que en la actualidad la estructura social nos abrace un poco más, pero aun queda mucho por rectificar y equilibrar. Creo que si en ese despertar de conciencia feminista, no hemos podido empatizar también con otros grupos víctimas de segregación y violencia (migrantes, personas intersexuales, indígenas, afrodescendientes, comunidad LGBTIQ, naturaleza-elementos, animales, infancia, obreros...), probablemente nuestros actos estén mucho más cerca de la "etiqueta de moda" que de la verdadera reivindicación de derechos, porque al marcar esos "límites de lucha" (indiferencia / incoherencia) estamos perpetuando el mismo abuso de poder que "repudiamos" y “combatimos”.
Exijamos equidad construyendo equidad en los actos cotidianos, el arte aparecerá como consecuencia de nuestra existencia reflexiva.